No sé si a ti te también te pasa,esas veces que queremos
ayudar a alguien pero en nuestras manos no está la solución. A veces me
encuentro diciendo, ay si tuviera dinero la ayudara, si tuviera otro carro se
lo prestara, si estuviera cerca, si pudiera,si tuviera……
Esta mañana mientras hacia mi devocional leía Hechos 3 y se
me quedó en mi mente este versículo, Hechos 3: 6 —No tengo plata ni oro
—declaró Pedro—, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de
Nazaret, ¡levántate y anda!
Pedro iba de lo más feliz y contento caminando con su amigo Juan
para el templo. De repente miran a un
mendigo lisiado. Pedro no tenía dinero estaba como decimos los boricuas “pelao”.
Estoy casi segura que otras veces ya Pedro le había dado
dinero, la palabra dice que a este hombre que no podía caminar lo llevaban a la
puerta del templo todos los días para que pidiera limosna.
Esta vez no tenía nada que darle? Oh si tenía y algo mucho mejor.
Tenía el poder y la autoridad de Jehová. Si no has leído la historia te invito
que lo hagas y te enteres que paso con el hombre.
A veces no podemos ayudar físicamente como quisiéramos y se
nos olvida que tenemos la autoridad para ayudar a la persona de una manera más poderosa y
perfecta.
Físicamente quizás no podamos darle dinero a esa persona necesitada
pero quizás podamos llevarle una comprita, quizás no tenemos un carro para prestar
pero si podemos ofrecernos para buscar o llevar a la persona.
No podemos resolver su enfermedad o situación pero con
autoridad si podemos orar, ayunar y declarar sobre esa persona.
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